No es fácil asumir que lo que hacemos ya no nos gusta. El cambio de carrera implica costos sociales, emocionales y económicos. De hecho, en el caso de la educación privada, esta decisión puede conllevar un gasto de 180,000 pesos.

(MARCRIX Noticias).- “Messi ha perdido más partidos de los que ha ganado”, dice Agustín Mier y Terán García, mentor y estratega de talento. Para él, “la carnita” en el currículum estaría en lo que la persona no hizo, no logró y que cambió. Al ocultar esa información, escondemos algunos de los procesos más importantes de nuestras vidas.

El cambio de carrera suele verse en cierto sentido o en cierto momento como un error, lamenta. Victoria Sánchez lo sabe. A los 31 años, después de ejercer cinco años la enfermería, decidió comenzar a estudiar Literatura.

“No sé de qué voy a trabajar cuando egrese, pero esto es lo que me gusta”, dice Victoria Sánchez. “Mi familia está bastante escéptica de lo que puedo lograr por este nuevo camino, para la mayoría de las personas estas carreras no tienen nada que ver una con la otra y en el hospital donde sigo trabajando creen que lo hago como un hobby”.

Virar el rumbo profesional tiene diferentes costos: personales, sociales, emocionales, económicos. Y representa varias pérdidas, incluídas las económicas también. Literatura es una de las 15 carreras peor pagadas en el país, según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

“Cambiar de una universidad particular a otra implica una pérdida promedio de 179,249 pesos por conceptos de inscripciones y colegiaturas”, estima la agencia Ronin, con base en el reporte Costos de Universidades 2022 de GNP Seguros.

El tema económico es fundamental para decidir si continuar por el camino andado o migrar a otras posibilidades. En México, el 44% de la población se encuentra en condición de pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), así que esta reformulación se puede volver un asunto de privilegio también.

Hay otros obstáculos además del dinero. Pero también otros factores que propician el desencanto de la carrera que se estudia o la actividad laboral ejercida, como una mala educación vocacional.

Reflexionar, el primer paso para elegir

“Estudié la licenciatura de Enfermería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) porque me interesaba el área de salud y también el cuidado de las personas, pero no quería Medicina propiamente. También fue porque creí que iba a ser más fácil conseguir un empleo y de alguna manera así fue”, cuenta Victoria Sánchez.

Muchas personas eligen su futuro “desde el miedo. Prefieren algo que les garantice dinero, seguridad, que no les sea muy difícil. Entonces, toman como un fin el obtener un título, trabajar y ya. Así pasan los años y cuando se dan cuenta, ya cumplieron 47 años y no se sienten realmente satisfechas”, apunta Agustín Mier y Terán.

“Creo que tampoco recibí una buena orientación. Yo tuve inquietudes literarias desde muy pequeña, pero nunca me tomé en serio yo misma y los orientadores que me tocaron en la escuela, mucho menos”, cuenta la enfermera y aspirante a escritora. “Yo no lograba ver mis capacidades y mis preferencias y ellos fueron displicentes, todo se conjuntó para que al final eligiera dedicarme a la Enfermería”.

“¿En qué momento tuvimos un espacio de reflexión profunda para preguntarnos quién soy, si desde donde estoy tomando la decisión es un lugar óptimo?”, cuestiona Agustín Mier y Terán.

“La realidad es que en la escuela no hay una buena orientación vocacional. Las ferias universitarias tampoco tienen un buen enfoque. Desde la elección de carrera viene la desvitalización”, dice el mentor.

Menos burocracia en el proceso

“Noté que estaba cambiando, me lo decían mis amistades y mi familia, y mis pacientes me percibían de una manera con la cual yo no me identificaba. Me estaba amargando”, reconoce Victoria Sánchez. “Me gusta atender a la gente, pero no es lo que me veo haciendo por el resto de mi vida. Te repito, me gusta mi trabajo, pero quiero explorar este otro camino”.

El proceso de cambio de carrera, para Agustín Miér y Terán, “es más interesante que la primera elección porque viene de una reflexión más consciente. Cuando decides cambiar algo en tu vida es porque ya te golpeaste, ya te topaste con la realidad y aceptas que lo que estás haciendo o viviendo no es lo que quieres”.

No todas los cambios se deben a que la primera elección fue un error. Las personas tenemos varios talentos y diferentes intereses, muchas personas, como Victoria, quieren desarrollar sus otras capacidades. Pero muchas otras creyeron que sus carreras se trataban de otra cosa, o el desarrollo laboral no les gustó.

“La problemática radica en quién te puede inducir a las preguntas para llegar a saber qué quieres. Es una deficiencia muy fuerte en las escuelas. Eso, sumado a que el modelo educativo está enfocado en que encuentres un trabajo, más que en formar mejores seres humanos.

El especialista recomienda buscar espacios externos a la escuela para recibir orientación vocacional. “Deben ser espacios seguros, donde los chicos no perciban a los orientadores o coaches como maestros o papás”.

En cambio, las escuelas pueden ayudar creando modelos viables, sin tanta burocracia para que las y los estudiantes puedan cambiar de carrera sin tanta complejidad, recomienda. “Una carrera es un tutorial”, es decir, una especie de guía que te muestra cómo puedes realizar una actividad, pero que no lo es todo y sus postulados pueden ser modificados.

Finalmente, señala “el cambio de carrera o la elección de carrera se asocia mucho con adolescentes o personas jóvenes. Pero el drama más grande es el cambio de carrera entre los 30 y 50 años”. Es cuando más se tiene miedo de voltear la marcha y al mismo tiempo, pero quienes lo hacen tienen más claridad de lo que quieren, concluye. Texto: Tomado de Blanca Juárez / El Economista / Foto: Internet/ Agencias

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